Han llegado al correo de Abejas Urbanas una buena cantidad de preguntas que confluyen en un denominador común: Cómo puedo tener una colmena en la ciudad, sin tener un escándalo en el vecindario?
Creemos necesario ensayar en estos párrafos algunos de los criterios que usamos...
Cuando pensamos en colocar una colmena en un sitio urbano, cualquiera que este sea, analizamos cuál va a ser su ecohábitat. Las abejas no necesitan una colmena bonita y pintada de hermosos colores para vivir. Pero sí necesitan hacerlo en armonía con su entorno. Y nosotros que estimulamos su presencia en las casas, debemos especialmente lograr que tanto nosotros, así como nuestros vecinos podamos vivir en armonía con ellas. Sabemos que las abejas reconocen su espacio territorial, su casa, su colmena. Aún cuando haya otra colmena cerca, aún a escasos centímetros, ellas sabrán reconocer su hogar. Los diversos colores, formas y olores las guían indefectiblemente a su colmena.
Pero a la vez, habremos de pensar que no es sólo el emplazamiento físico de la colmena el que hay que resolver. Es preciso tener presente que las abejas vuelan en un radio de entre dos y tres kilómetros en promedio en búsqueda de polen, néctar y agua. Sus alimentos esenciales. Es decir que no sólo habremos de analizar el sitio en que colocaremos el "cajón", sino que además tendremos sumamente en cuenta, qué pasa en sus proximidades.
Es por ello que no colocamos colmenas cerca de grandes conglomerados de personas. Evitamos cercanías de escuelas, centros de salud, y otras dependencias comunitarias que si bien podrían convivir con las colmenas -y de hecho lo hacen en muchos lugares-, su exclusión, forma parte de los parámetros de prudencia elementales.
Incluimos en el análisis la necesidad de que las abejas cuenten con una fuente de agua limpia permanente muy cercana a la colmena, pues en caso contrario irán a merodear a la pileta del vecino, ya sea esta de natación o de lavar, o a las canillas del jardín.
Otro elemento fundamental al momento de establecer el sitio de la colmena urbana, resulta ser la evaluación del ángulo y sentido de la línea de vuelo de las abejas. En este aspecto es bueno saber que si situáramos la colmena en el suelo, la línea de vuelo ascendente de la abeja es aproximadamente de 45°. Esto determina que a escasos tres metros de la piquera (llámase así a la tabla de vuelo o entrada de la colmena), nos encontraremos con un ida y vuelta de abejas a la altura de nuestra cabeza, o de la cabeza del caminante. Por tal razón es prudente, o bien colocar la colmena en altura, en una terraza o balcón por ejemplo, o bien colocar la piquera con una obstrucción delante no menor a los dos metros, para que las abejas levanten vuelo rápidamente. Accediendo a la colmena también en forma vertical.
La abeja no va a picar al caminante, pero es posibe que al chocar accidentalmente por obstruir su línea de vuelo, pueda ocasionarse involuntariamente un conflicto doloroso.
Pudiendo elegir el lugar es prudente que la colmena quede oculta a la vista del paseante, o del vecino directo. Por aquel dicho que reza ojos que no ven corazón que no siente. Convivir con las abejas nos llevará tiempo. Es un aprendizaje cultural. En estos países podemos convivir con la miseria ante nuestros ojos, con niños en la calle, hasta con delitos de lesa humanidad, pero la tolerancia para las infracciones municipales es cero.
Superada la disgresión casi obligada, es bueno también pensar, que la colmena no reciba una luz artificial directa , pues ello motivará a las abejas a acudir a ella por las noches. El resultado es conocido. Muchas abejas muertas bajo el farol por las mañanas, abejas que ingresan por la ventana persiguiendo la luz artificial que llega directa a la piquera molestando a la hora de la cena, etc.
Son éstas sólo alguna de la recomendaciones que deben tenerse en cuenta al momento de colocar una colmena en la ciudad.
Recomendamos enfáticamente que todo manejo de colmenas en la ciudad debe ser hecho con métodos de apicultura extensiva natural, para lo cual pueden acceder en forma totalmente gratuita al manual del Profesor Oscar Perone - a quien expresamente agradecemos-, que como amigo de este sitio nos ha facilitado linkear su obra en el panel derecho de la pantalla.
Es posible sin duda realizar otro tipo de manejos. Pero lo cierto es que a través de las prácticas ortodoxas de la apicultura, el manejo se ha vuelto sustancialmente invasivo. A las abejas, cuanto más se las invade, más defensas activan, y ello puede derivar en un disgusto para el apicultor, su familia o su vecino.
Es decir se puede practicar la apicultura urbana, pero no se puede hacer cualquier cosa con las abejas en la ciudad. Es por esa simple razón que adscribimos a un manejo orgánico y natural, en el que las abejas reciban paz y tranquilidad, en colmenas suficientemente grandes como para tener el espacio que necesiten para desarrollarse, lugar para reservar su alimento natural, y que no requieran que el apicultor, las alimente, las cure, las limpie, etc. Ellas, mejor que nosotros saben cómo hacerlo. Let the bees be bees, como dicen los apicultores orgánicos del otro extremo de América.
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