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viernes, 19 de marzo de 2010

Solidaridad Clandestina


... soy una raya en el mar, un fantasma en la ciudad,
mi vida va prohibida dice la autoridad...
(gracias E.C.)

miércoles, 17 de marzo de 2010

En Argentina hay trabajadoras urbanas ilegales



Nuestras primas de Nueva York han sido incorporadas a la legión de trabajadores y trabajadoras urbanas, de los Estados Unidos de Norte América.
Nosotras en Argentina seguimos siendo clandestinas.

Estamos prohibidas en todas las ciudades.  Nos expulsan todas las leyes, de todas las Provncias, y todas coinciden en no decirnos la causa de semejante decisión.  Ni siquiera, como en el Norte, se nos imputa(ba ) ser peligrosas.  No, aquí simplemente, con la prepotencia de la ignorancia como estandarte,   ni fundamentos hacen falta. 
Pero aún en esas condiciones, seguimos...

 Pues como se habrán dado cuenta queridos humanos, estamos en todos los jardines,  en todas las plazas, es decir, que aún clandestinas, no sólo sobrevivimos sino que hacemos más agradable el paisaje con nuestro trabajo.

 Seguiremos con nuestra lucha contidiana, provocándoles sonrisas a cada flor, y robánloles  lagrimitas de néctar y bolitas de polen en cada ocasión, para preparar el pan y la miel que alimentarán a nuestros hijos.  Y a los tuyos, también!!

(El diseño de la etiqueta pertenece a la firma canadiense Brandever Strategy Inc., a quien pertenecen los derechos)

martes, 16 de marzo de 2010

Libertad a nuestras amigas de Nueva York!!



16 de marzo.  Día en que millones de abejas neoyorkinas dejaron la clandestinidad.


A partir de hoy, las abejas neoyorkinas, podrán mostrar sus curvas por las avenidas de la ciudad.  Las flores de los canteros, su objeto de deseo más preciado, volverán a convertirase en el jardín del Edén.

Y esto es así porque el Department of Health and Mental Higiene, de Nueva York, organismo que determina las regulaciones sanitarias del Estado, ha reformado hoy su legislación, declarando en forma expresa que las abejas no son animales peligrosos, y que resulta posible criarlas con ciertos cuidados, en la ciudad.
Nueva York, ha decretado así la libertad para que los cientos de apicultores urbanos del Estado puedan desarrollar su actividad, profesional, comercial o de simple hobbie de crianza de abejas en sus casas, sin estar permanentemente amenazados por graves multas y el decomiso de sus colmenas.
La medida aprobada hoy –y adoptada por unanimidad- legaliza a cientos de neoyorquinos que tienen colmenas en sus azoteas, terrazas y jardines, y que ahora tendrán que registrarlas en el Departamento de Salud, así como comprometerse a mantener ciertas prácticas para asegurar que los animales no molesten a sus conciudadanos.

Mañana hay fiesta en la Gran Manzana, los amigos del Beekeeping Meetup Group, piensan celebrar a lo grande esta noticia tan esperada.

La tolerancia cero impuesta por el Alcalde R. Giuliani, también contra las abejas, se ha quebrado por estas horas, y nuestras bellas amigas, ajenas a la burocracia callejera, danzarán esta mañana sobre las flores de la primavera que nace.
Para quienes quieran conocer la resolución pueden entrar en Reforma del artículo 161.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Let the bees be bees. O de las cosas a tener en cuenta para poner una colmena en la ciudad



Han llegado al correo de Abejas Urbanas una buena cantidad de preguntas que confluyen en un denominador común: Cómo puedo tener una colmena en la ciudad, sin tener un escándalo en el vecindario?

Creemos necesario ensayar en estos párrafos algunos de los criterios que usamos...

Cuando pensamos en colocar una colmena en un sitio urbano, cualquiera que este sea, analizamos cuál va a ser su ecohábitat. Las abejas no necesitan una colmena bonita y pintada de hermosos colores para vivir.  Pero sí necesitan hacerlo en armonía con su entorno.  Y nosotros que estimulamos su presencia en las casas, debemos especialmente lograr que tanto nosotros, así como nuestros vecinos podamos vivir en armonía con ellas.  Sabemos que las abejas reconocen su espacio territorial, su casa, su colmena.  Aún cuando haya otra colmena cerca, aún a escasos centímetros, ellas sabrán reconocer su hogar.  Los diversos colores, formas y olores las guían indefectiblemente a su colmena.
Pero a la vez, habremos de pensar que no es sólo el emplazamiento físico de la colmena el que hay que resolver.  Es preciso tener presente que las abejas vuelan en un radio de entre dos y tres kilómetros en promedio en búsqueda de polen, néctar y agua. Sus alimentos esenciales.   Es decir que no sólo habremos de analizar el sitio en que colocaremos el "cajón", sino que además tendremos sumamente en cuenta, qué pasa en sus proximidades.  
Es por ello que no colocamos colmenas cerca de grandes conglomerados de personas.  Evitamos cercanías de escuelas, centros de salud, y otras dependencias comunitarias que si bien podrían convivir con las colmenas -y de hecho lo hacen en muchos lugares-, su exclusión, forma parte de los parámetros de prudencia elementales. 
Incluimos en el análisis la necesidad de que las abejas cuenten con una fuente de agua limpia permanente muy cercana a la colmena, pues en caso contrario irán a merodear a la pileta del vecino, ya sea esta de natación o de lavar, o a las canillas del jardín.
Otro elemento fundamental al momento de establecer el sitio de la colmena urbana, resulta ser la evaluación del ángulo y sentido de la línea de vuelo de las abejas.  En este aspecto es bueno saber que si situáramos la colmena en el suelo, la línea de vuelo ascendente de la abeja es aproximadamente de 45°.  Esto determina que a escasos tres metros de la piquera (llámase así a la tabla de vuelo o entrada de la colmena), nos encontraremos con un ida y vuelta de abejas a la altura de nuestra cabeza, o de la cabeza del caminante.  Por tal razón es prudente, o bien colocar la colmena en altura, en una terraza o balcón por ejemplo, o bien colocar la piquera con una obstrucción delante no menor a los dos metros, para que las abejas levanten vuelo rápidamente.  Accediendo a la colmena también en forma vertical.
La abeja no va a picar al caminante, pero es posibe que al chocar accidentalmente por obstruir su línea de vuelo, pueda ocasionarse involuntariamente un conflicto doloroso.
Pudiendo elegir el lugar es prudente que la colmena quede oculta a la vista del paseante, o del vecino directo.  Por aquel dicho que reza ojos que no ven corazón que no siente.  Convivir con las abejas nos llevará tiempo.  Es un aprendizaje cultural.  En estos países podemos convivir con la miseria ante nuestros ojos, con niños en la calle, hasta con delitos de lesa humanidad, pero la tolerancia para las infracciones municipales es cero.
Superada la disgresión casi obligada, es bueno también pensar, que la colmena no reciba una luz artificial directa , pues ello motivará a las abejas a acudir a ella por las noches.  El resultado es conocido.  Muchas abejas muertas bajo el farol por las mañanas, abejas que ingresan por la ventana persiguiendo la luz artificial que llega  directa a la piquera molestando a la hora de la cena, etc.  
Son éstas sólo alguna de la recomendaciones que deben tenerse en cuenta al momento de colocar una colmena en la ciudad.
Recomendamos enfáticamente que todo manejo de colmenas en la ciudad debe ser hecho con métodos de apicultura extensiva natural, para lo cual pueden acceder en forma totalmente gratuita al manual del Profesor Oscar Perone - a quien expresamente agradecemos-, que como amigo de este sitio nos ha facilitado linkear su obra en el panel derecho de la pantalla.
Es posible sin duda realizar otro tipo de manejos.  Pero lo cierto es que a través de las prácticas ortodoxas de la apicultura, el manejo se ha vuelto sustancialmente invasivo. A las abejas, cuanto más se las invade, más defensas activan, y ello puede derivar en un disgusto para el apicultor, su familia o su vecino.
Es decir se puede practicar la apicultura urbana, pero no se puede hacer cualquier cosa con las abejas en la ciudad. Es por esa simple razón que adscribimos a un manejo orgánico y natural, en el que las abejas reciban paz y tranquilidad, en colmenas suficientemente grandes como para tener el espacio que necesiten para desarrollarse, lugar para reservar su alimento natural, y que no  requieran que el apicultor, las alimente, las cure, las limpie, etc.  Ellas, mejor que nosotros saben cómo hacerlo. Let the bees be bees, como dicen los apicultores orgánicos del otro extremo de América.



martes, 9 de marzo de 2010

Pequeñas Historias de Apicultores Urbanos 1 (ahora en español)

En esta primera entrega, la historia de David Graves, nota efectuada e ilustrada por Zina Saunders, a quien corresponden todos los derechos.
El Apicultor de las Azoteas, (Texto en el inglés original -puede verse en la entrada del 3 de marzo-, traducido  libremente al español por una apicultora urbana, a quien agradecemos dulcemente)
Esto es parte de una serie de historias de gente que produce alimentos en la Ciudad de Nueva York.
A las 6.30 de la mañana me encuentro con David Graves de la firma Berkshires Berries frente a un edificio de Manhattan cuya terraza alberga 15 colmenas que él mantiene en la ciudad de Nueva York.
Acceder a las colmenas no es tan simple como tomar un ascensor hasta el piso 12 y subir unos escalones hasta el techo. Descubro que necesitaría tener todos mis accesorios de Hombre Araña para acceder al techo satélite donde se ubican las colmenas. Esto implica trepar por una escalera de hierro atornillada al costado del techo principal, y luego avanzar muy lentamente a través de una cañería de una par de centímetros que se balancea entre la escalera y el tejado contiguo, mientras me aferro con las puntitas de mis dedos al marco de una ventana tapiada.



Luego de algunas espeluznantes pruebas acrobáticas, el panorama y la conversación me hicieron olvidar el vértigo. “La primera colmena que tuve fue allá en 1984, en mi casa en Becket, Massachusetts. Estaba trabajando como gerente de servicio en la concesionaria Chevrolet de mi papá y mi mujer y yo solíamos hacer ferias artesanales los fines de semana y vendíamos dulces caseros en nuestro jardín, momento en que yo comencé con la apicultura. Obtuve grandes cantidades de miel de la colmena, pero los osos negros me la robaron, de manera que decidí trasladarlas al techo del garage de la concesionaria Chevrolet de mi papá.”
“Fui un buen apicultor novato, y cuando volví de las vacaciones habían hecho tanta miel que se comenzó a derretir sobre el techo y se desparramó sobre los autos usados. Nos reímos de eso todo el día, hasta que mi papá me ordenó, en pocas palabras, que me lleve todas esas abejas lejos de ahi.”
“Cuando llegué por primera vez al Greenmarket en la Ciudad de Nueva York, pensé, hay un montón de edificios aquí, y un montón de flores, pero no hay osos negros!! Sólo tengo que conseguir permiso para poner una colmena sobre el techo de alguna casa y estaré en condiciones de producir miel bien local. Primero, obtuve permiso para colocar una colmena en el edificio de las oficinas de Greenmarket en calle 16th , y desde allí comencé a conseguir más techos. “La forma de recibir las abejas es por encomienda por correo, es un núcleo de unos 1,4 kilos con una reina y aproximadamente 13000 obreras. De manera que me dispuse a tomar uno de esos núcleos de abejas y a poner un cartel que decía “Somos muy dulces y nos gustaría compartir nuestra miel de la ciudad de Nueva York, si tú tienes un techo y nosotras podemos vivir ahí” y lo coloqué en mi puesto del mercado del Union Square y antes de lo que se imaginan, la gente decía “Oh! Me encantaría tener una colmena en mi techo, me encantaría enseñarle a mis chicos sobre derechos agrícolas aquí en la ciudad!!” Así es como conseguí locaciones en la zona oeste, la zona este, los altos de Brookling, el Bronx y en Harlem.
“Cuando pones una colmena de estas en la ciudad, tienes que asegurarte que esté fuera del paso de la gente. Todas mis colmenas están bajo candado, y tengo la completa autorización del administrador o del dueño del edificio; esto es esencial. Si está cerca de los vecinos tendremos que chequear con ellos para asegurarnos que no tienen problemas con las colmenas y si no entienden a las abejas, les cuento cómo fueron enviadas por correo. La única persona que va a ser picada por las abejas soy yo, el apicultor, y muy raramente me pican. Las abejas no tienen el deseo de picar, mientras que quizás una chaqueta amarilla, una avispa o avispones tienden a ser más agresivas. No son las abejas las que pican a la gente, y es aquí  donde la gente se confunde; no pueden diferenciar entre las abejas melíferas de otras abejas más agresivas. De manera que es importante que eduquemos a la gente, porque como sabemos las abejas melíferas son esenciales para la agricultura. Yo las describo en tres palabras: beneficiosas, predecibles y dóciles. “Son tan dóciles que de verdad usted no va a ser picado, si las manipula apropiadamente – aunque agradezco los aguijones recibidos en mis manos porque me curan de la artritis. Es por eso que yo no uso guantes de protección”.
“El año pasado perdí todas mis colmenas, debido al desorden de colapso de la colonia (CCD). Yo creo que la causa del CCD, y algunos científicos acuerdan conmigo, es que las ondas electromagnéticas de los celulares y las torres de las empresas de celulares están interfiriendo con la capacidad de las abejas para navegar desde y hacia las fuentes de néctar. A medida que vamos levantando más y más torres, estas ondas electromagnéticas artificiales que cruzan la superficie terrestre están arruinando el mapa rutero de las abejas, y creo que por eso no son capaces de encontrar el camino de regreso a la colmena con su carga de polen y néctar. Y cuando la reina no percibe la entrada de alimento por la piquera, deja de poner huevos, y la colmena se va reduciendo y se vuelve más susceptible a ácaros parásitos y a los virus.
“También estamos perdiendo un montón de forraje para las abejas melíferas gracias al desarrollo. Pienso que estamos perdiendo cerca de 23470 hectáreas al año de nuestros humedales, y esto es una cifra astronómica. El calentamiento global también es un factor que contribuye, porque con la pérdida de nuestra capa de ozono, las abejas podrían enceguecerse, de manera que hay un montón de vicisitudes que están afectando a las abejas. Tienen un montón de frentes con los que enfrentarse….
 “En esta época del año, tengo que visitar las colmenas cada 2 ó 3 semanas. Cuento con la ayuda de Antonio, que es un taxista, que todos los días que estoy en el mercado viene a conversar sobre las abejas y me lleva a recorrerlas. Yo le enseño todo lo que sé sobre ellas, y él no me cobra.
“Para las abejas de Berkshire, el momento de  cortar el trabajo es a las 5 pm. Las abejas de la Ciudad de Nueva Cork, trabajan más y hasta más tarde, mientras que las abejas del campo no abren las puertas hasta las 9 am. Y estas abejas urbanas están todavía muy trabajadoras a las 7 de la noche!! Quizás es porque aquí está el clima más cálido o quizás es por las luces de la ciudad. Por la razón que fuere, definitivamente trabajan más horas.
Después de terminar mi ajetreado trabajo de todo el día en el mercado, cuando me tomo un recreo y me voy del puesto para ir a ver mis colmenas, una vez que me subo al techo, todos mis problemas se desvanecen por un momento y puedo sentarme a verlas trabajar. Luego abro la colmena y saboreo la miel de los panales, en fin, no podría recibir nada mejor!”





miércoles, 3 de marzo de 2010

Pequeñas Historias de apicultores urbanos I.-

En esta primera entrega, la historia de David Graves, nota efectuada e ilustrada por Zina Saunders, a quien corresponden todos los derechos.
El Apicultor de las Azoteas, (Texto en el inglés original, en breve en español)
This is part of an ongoing series of profiles of people who grow edibles in New York City.
At 6:30 in the morning I met David Graves of Berkshire Berries outside a lower Manhattan building whose
rooftop plays host to one of the 15 beehives he keeps on roofs around New York City.
Getting to the hive wasn't as simple as taking the elevator up to the 12th floor and walking a few stairs up to the roof. I discovered I would need to summon all my Spiderman skills to get to the tiny satellite rooftop where the beehive sits. This meant climbing up an iron ladder bolted to the side of the main roof, and then inching across a one inch pipe balanced between a ladder rung and the adjoining rooftop while clinging by my fingertips to a boarded-up window frame.
A scary bit of acrobatics, but the view and conversation made it well worth the fright.
"The first beehive I ever had was back in 1984, at my house in Becket, Massachusetts. I was working as a service manager at my dad's Chevrolet dealership and my wife and I used to do craft shows on weekends and sell homemade jelly in our front yard, and I started beekeeping at the same time. I got lots of honey from the hive, but the black bears got to it, so I decided to put one on the roof of Dad's Chevrolet garage.
"I was a pretty novice bee keeper at the time, and when I went on vacation they made so much honey that it melted down the roof and spread all over his used car lot. We laugh about it today, but at the time my dad told me to get those bees, in so many words, out of there.
"When I first came to the green market here in New York City, I thought to myself, there are lots of buildings down here, and lots of flowers, but no black bears! I just needed permission to put a hive on someone’s roof and I'd be able to produce some extremely local honey. At first I got permission to put a hive on the Greenmarket's office building on 16th Street, and from there I started getting more rooftops.
"The way you obtain bees is in a package through the US Mail; it's a three pound package with one queen and about 13,000 bees. So what I did was, I took one of these packages of bees and put a little sign on it, 'We’re very gentle and we’d like to share our New York City honey if you have a rooftop we could live on,' and I would stick it on my greenmarket stand at Union Square and before you know it, people would say, 'Oh, I’d love to have a hive on my roof, I’d love to teach my children about agriculture right here in the city!' That's how I got locations on the Upper West Side, Lower East Side, Brooklyn Heights, The Bronx, and Harlem.
"When you put a hive in a city like this, you have to make sure it’s out of people’s way. If you put one at ground level, you're going to get in trouble. All my hives are under lock and key, and I get full permission from the super of the building or the owner of the building; that’s essential. If it’s close to neighbors we have to check with the neighbors to make sure it’s okay with them and if they don’t understand honey bees I explain to them how they are sent through the mail. The only person who is going to get stung is me, the beekeeper, and very rarely do I get stung. The honey bee has no desire to sting, whereas maybe a yellow jacket, wasp or hornet tend to be a little bit more aggressive. They're the ones that sting people and that’s where people get confused; they can’t differentiate the honey bee from the more aggressive bees. So it’s important that we educate people, because as we know honey bees are essential in agriculture. I describe them in three words: beneficial, predictable and docile.
"They are so docile that you really are not going to get stung, if you handle them properly -- but I do welcome stings in my hands once in a while, because it’s cured my arthritis. Which is why I don't wear any protective gloves.
"Last year I lost all my hives, due to colony collapse disorder (CCD). I believe what's causing CCD, and some scientists certainly agree with me, is that the electromagnetic waves from cell phones and cell phone towers are interfering with the bees' ability to navigate to and from nectar sources. The honey bee relies on electromagnetic waves on the earth's surface and the position of the sun to navigate. As we put up more and more towers, these artificial electromagnetic waves crisscrossing the earth’s surface are messing up their roadmap, and I believe and they can't find their way back to the hive with their load of nectar and pollen. And when the queen doesn't see food coming through the front door, she shuts down and stops laying eggs, and the hive gets smaller and smaller, and it becomes more susceptible to parasitic mites and viruses.
"Also, we’re losing a lot of forage for honey bees through development. I think we’re losing 58,000 acres a year of our wetlands, and that’s an astronomical amount. Global warming is a factor too, because with the loss of our ozone, the honey bees could be going blind, so there’s lots of stuff out there that’s affecting honey bees. They have a lot going against them.
"This time of year, I have to visit the hives every two or three weeks. I have the help of Antoine, who is a taxi cab driver, who stops every day that I'm in the market to talk about bees and he takes me around to my locations. I teach him everything I know about bees, and so he doesn't charge me.
"For Berkshire bees, quitting time is about 5 pm. New York City bees, they work harder and longer. And as you can see, we’re here before 7 am, and these bees are already starting to work, whereas the country bees won't be opening the doors till about 9 am. And these city bees will still be hard at work at 7 tonight! Maybe it's because it's warmer here or maybe it's the city lights. Whatever it is, they definitely work longer hours.
"After being down in that busy green market all day, when I take a break from the stand to go check my hives, once I get up on a roof all my problems just kind of vanish for awhile and I can sit and watch the bees at work. And then I open up the hive and taste the honey that’s right on the combs -- well, you can’t get any better than that!"

martes, 2 de marzo de 2010

La miel en la mesa, ese acto revolucionario

Abejas Urbanas asume el desafìo de que el arte de criar abejas en las ciudades, es una propuesta en el camino de colaborar en la seguridad alimentaria de nuestros pueblos.

La miel es una alimento esencial en  nuestras dietas, y puede a la vez ser una fuente de digna subsistencia para las familias de nuestras comunidades.  Criar abejas es un arte, que conlleva sutileza creativa, paciencia, conocimiento, una profunda humildad para aprender de ellas y un inmenso respeto a sus procesos vitales.

Hoy, contribuir a la subsistencia de las abejas en el planeta también debe ocuparnos a los habitantes de las ciudades. 

Mantener nuestros jardines, balcones y parques con flores atractivas a las abejas, no usar tóxicos que las dañen, enseñar a nuestros chicos a no asustarnos de ellas, sino a observarlas con sumo respeto y cuidado.  Enseñarles a comprender que de ellas depende la supervivencia de los seres vivos en el planeta. Consumir preferentemente miel de nuestras colmenas o de los apicultores locales.

Las colmenas en los barrios, cumpliendo elementales estándares de seguridad, supervisadas por vecinos con el conocimiento necesario, son hoy un aporte imprescindible para la comensalidad familiar, y seguramente ayuden a despertar el interés en la conservación de las abejas en los más jóvenes.

Hoy una colmena en alguna casa es un acto de resistencia.  En esas condiciones, un frasco de miel en la mesa es el fruto del  inmenso trabajo de estas compañeras incansables, y es también una propuesta transformadora de nuestra realidad.  Pues como escribiera alguna vez nuestro gran Hamlet Lima Quintana En las mesas populares poner un plato de comida es un acto revolucionario.