Allí estaban, resistiendo. A pesar del viento, de la lluvia, de esa noche ausente de luna.
La casa derrumbada, yacían así abrigadas, abigarradas, en un concierto de esperanza y vida.
No es nada agradable encontrar una colmena volteada, literalmente desparramada.
Pero es aquel inquebrantable grito de esperanza el que quiero mostrarles.
Verán ustedes un pequeño grupo de abejas en un panal. Apenas un enjambre que se ha hecho amigo este verano. Advertirán sin duda, que ese panal es algo más grande que el habitual. Digamos que es al menos el doble.
Es abril, en el Sur de América, ya sin postura ante este repentino desalojo, las abejas que han quedado cubren la porción de miel que rodeara el nido de cría.
Es abril, en el Sur de América, ya sin postura ante este repentino desalojo, las abejas que han quedado cubren la porción de miel que rodeara el nido de cría.
Es una foto de un día triste. Pero es un buen panal, labrado desde la madera del cabezal, sin cera, sin alambres, sin madero inferior, y fundamentalmente sin que nadie les explicara cómo hacer cada hexágono… Sin reglas, más que las que la naturaleza les impone. Todos los panales aproximadamente de igual tamaño. Tal vez, nunca hubiéramos visto su evolución si los cajones no hubiersen caído accidentalmente. Quizás sólo por ello valga la foto. Demostrar que se puede trabajar con parámetros naturales, que se puede convivir con las abejas sin agredirlas, sin invadirlas, sin maniatarles el nido, sin escribirles la historia.
Gracias Paula A. por la fotografía que ilustra la nota.